CRÓNICA CONCIERTO RAFAEL LECHOWSKI -MURCIA
¡Esos
libros en el aire, familia! podría haber jaleado el Mc desde el
escenario, porque esta vez el público levantaba los brazos no sólo
para agarrar rimas, sino también para agarrar notas de jazz y versos
poéticamente vivos.
Rafael
Lechowski confirmó el pasado sábado su sensibilidad: musical,
poética, humana. Elaborar rimas de calidad no es fácil, conjugarlas
con buen jazz tampoco, pero además transmitir un aire de buena
gente, de humildad, de sencillez, de cuidado por las palabras y su
contenido, eso ya es el colmo. Y el músico polaco-zaragozano supo
traer al público todo el conjunto, pareciendo que fuese él quien
quería pagar parte de la entrada por compartir intensamente con
quienes allí estábamos, ya lo dice su verso: “yo no actúo, tatúo
sobre el ritmo con sangre y sudor”.
Desde
antes de levantarse el telón ya anunciaba su declaración de
intenciones con la intro: “En mi concierto el telonero soy yo, (…)
de nuevo me inclino, me desgarro ante ellos el pecho con mis propias
manos y saco del fondo del pozo de mi alma el primer verso (…) mi
concierto es un espectáculo interno”.
La
entrega a pecho abierto de los sentimientos, la duda de la
existencia, la fugacidad de la vida, el pesimismo gris de la
cotidianiedad y el amor como salvoconducto de vida se comenzaron a
clavar desde los primeros temas en un público entregado, pese al
jazz y pese a la poesía, o quizá gracias a ellas. Quizá gracias al
cuarteto de jazz de Glaç -Gonzalo del Val a la batería, Paco Perera
al contrabajo, Marco Mezquida al piano y Gabriel Amargant al saxo-,
quizá gracias a que se respiraba naturalidad y en los comentarios de
Lechowski se le daba valor a la trascendencia, alejándose de las
prisas mundanas de las discográficas y las listas de ventas.
Los
músicos llevaban en volandas las instrumentales del rapero, elevando
el concierto hasta el nivel de club jazzero con solera. Los solos del
saxo desgallitándose mientras el público jaleaba, acompañado de la
entrega en los solos del piano y de la batería hacían que la sala
oliese a negritud y soul. Sólo se echó en falta más foco para el
lucimiento del contrabajo, que fue acompañando escrupulosamente pero
nos quedamos sin poder disfrutar de uno de sus solos.
Si no habíamos
conseguido abrir bien la vena para que entrase al galope el placer
musical, Lechowski nos regaló entre canción y canción poemas de su
libro “Larga brevedad”. Intensidades poéticas, hermanados con la
concreción del haiku y con guiños humorísticos engalanados por
juegos de palabras.
El toque de
carácter local lo puso el gran Charly BCN, dj de TRK (Titeres de la
Rima Kallejera) y de One Strike, que subió al escenario para meter
la base de la única canción con platos que recordaba a los tiempos
de Flowklorikos. Como una buena cerveza artesana equilibrada, también
lo fue el concierto y en la parte final de la lengua nos quedó el
sabor del slam, la improvisación poético-jazzera que se marcó
Lechowski sin respirar él y sin dejarnos respirar al público.
Ya les valdría al
profesorado de lengua y literatura ponerse las pilas y tirar por las
ventanas de las aulas al Cantar del Mio Cid y otros libros que alejan
a la juventud de la lectura, y empezar a memorizar versos de
canciones de rap con calidad suprema como los de “Donde duele
inspira”.
Gracias poeta, por
hacer explícito el jazz y el ritmo que la poesía lleva insertada en
vena.
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